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Oct 28, 2008

¿Qué dice la Biblia Acerca de la humildad?

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“… Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante Dios.” (Miqueas 6:8)

¿Ha escuchado la historia de aquel feligrés que fue reconocido como el hombre más humilde de la iglesia? Le dieron una medalla, y al domingo siguiente se la puso y tuvieron que sacársela por orgulloso…
No nos sorprendamos si a veces la humildad no es verdadera humildad. Porque tan pronto como pensamos que somos humildes, ¡no lo somos! Hablando Bíblicamente, la humildad personal incluye la idea de bajarse o rebajarse, ocupar un lugar inferior. Quizá la mejor manera de entender la humildad es tratar de vernos con los ojos con que Dios nos ve en lugar de vernos con nuestros propios ojos.

El conocido predicador Carlos Spurgeon definía la humildad como “(hacer) una estimación correcta de uno mismo”. Otro conocido orador afirmó que “La humildad no es negar el poder o los talentos que uno tiene, sino admitir que los talentos provienen de Dios y el poder no proviene de uno sino que se manifiesta a través de uno”. Después de la Segunda Guerra mundial, Winston Churchill comentó humildemente:
“Yo no era el león, pero cayó sobre mí para darme el rugido del león”.

El enfoque del último número de Counselor’s Corner (El Rincón del Consejero) fue desenmascarar el orgullo oculto que todos tenemos. Para arrepentirnos o desechar verdaderamente el orgullo es necesario que abracemos o nos vistamos de humildad. Como dice Santiago 4:10: “Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.” La lista siguiente contiene doce sugerencias que he recogido aquí y allá sobre como humillarnos. Como verá la mayor parte de ellas son cosas básicas de nuestra fe Cristiana.


DOCE SUGERENCIAS PARA HUMILLARNOS

1. Cumplamos con la rutina de confesar nuestros pecados a Dios (Lucas 18:9–14). Todos nosotros pecamos y estamos privados de la gloria de Dios. Sin embargo, muy pocos de nosotros cumplimos con la rutina de practicar un examen personal riguroso y honesto. Una práctica esencial de la humildad es revisar nuestro corazón y nuestra conducta semanalmente, o mejor diariamente, añadiéndole la confesión de nuestros pecados a Dios.

2. Reconozcamos los pecados que cometemos contra otros (Santiago 3:2; 5:16). La humillación delante de Dios no es completa a menos que también haya humildad delante de los hombres. Una prueba real de nuestra voluntad de humillarnos es estar dispuesto a compartir con otros las debilidades que confesamos a Dios. Sin embargo, se recomienda hacer esto con personas de nuestra confianza.

3. Enfrentemos lo malo pacientemente (1 Pedro 3:8–17). Esto ha sido una dificultad para mí. Cuando algo es injusto quiero reaccionar y rectificarlo. Sin embargo responder con paciencia a las acusaciones y acciones injustas de otros demuestra la fuerza de nuestro carácter y proporciona una oportunidad de ejercer la humildad.

4. Sometámonos activamente a la autoridad… ¡sea buena o mala! (1 Pedro 2:18). Nuestra cultura no da valor a la sumisión, más bien promueve el individualismo. ¿Se somete usted deliberada y activamente a aquellos que Dios ha puesto como autoridades en su vida? Hacer esto es una buena manera de humillarse a sí mismo.

5. Aceptemos la corrección y la reacción de otros gentilmente (Proverbios 10:17; 12:1). Un pastor se destacaba porque aceptaba con gentileza cualquiera reacción o corrección negativa. Simplemente solía decir: “Gracias por ocuparse de mi lo suficiente como para compartir esto conmigo. Voy a orar acerca de esto y me pondré en contacto con usted.”. Este pastor siempre ora: “Señor, ¿qué estás tratando de mostrarme a través de esto?”
http://www.ihra.org.ar - Iglesia de los Hermanos de la República Argentina Powered by Mambo Open Source Generated: 7 October, 2008, 16:14

6. Aceptemos un lugar inferior (Proverbios 25:6–7). Si usted está deseando sentarse a la cabecera de la mesa, queriendo que los otros reconozcan su contribución, o se siente ofendido cuando otros son honrados o elegidos, es porque ha brotado el orgullo. Propóngase apoyar a aquellos que han sido elegidos en lugar suyo. Acepte y busque el lugar inferior; ¡es el lugar de la humildad!

7. Propongámonos asociarnos con personas de una condición inferior a la nuestra (Lucas 7:36–39). Los fariseos se burlaron de Jesús porque alternaba con los pobres y los de condición inferior. Nuestra cultura está demasiado preocupada con el estatus, y la gente naturalmente quiere alternar con personas que están en una condición más elevada. Resista la tentación de ser parcial con los que tienen un mayor estatus o más riqueza.

8. Tomemos la decisión de servir a otros (Filipenses 1:1–2; 2 Corintios 4:5; Mateo 7:36–39). Cuando servimos a otros estamos cumpliendo con el propósito que Dios tiene para la vida de ellos. Al hacerlo estamos quitando nuestros ojos de nosotros mismos y construyendo el Reino de Dios en lugar del Reino del ego. Cuando el servicio a otro no nos cuesta nada debemos preguntarnos si realmente estamos sirviendo o no.

9. Estemos siempre dispuestos a perdonar (Mateo 18:21–35). Posiblemente el perdón es uno de los mayores actos de humildad. Perdonar es reconocer que alguien nos ha hecho mal y renunciar a nuestro derecho a que ese mal sea reparado. El perdón es la negación del yo. El perdón consiste en no insistir en nuestra razón y nuestra justicia.

10. Cultivemos un corazón agradecido (1 Tesalonicenses 5:18). Mientras más desarrollamos una actitud de agradecimiento por el regalo de la salvación y la vida que Dios nos ha dado, más correcta es nuestra perspectiva del ego. Un corazón agradecido es un corazón humilde.

11. Propongámonos hablar bien de otros (Efesios 4:31–32). Decir cosas negativas de otras personas las pone “abajo” y a nosotros nos pone “arriba”. ¡Esta es una forma sutil de orgullo! Hablar bien de otros los edifica y los eleva. Sin embargo, asegúrese de que lo que usted dice no es mera adulación.

12. Tratemos al orgullo como algo que siempre necesita ser puesto al pié de la cruz (Lucas 9:23). El ser orgullosos forma parte de nuestra naturaleza, y lo que trae humildad es la naturaleza de Dios en nosotros. El fundamento de la verdadera humildad es comprometerse a morir diariamente al yo y a vivir por medio del poder de Dios.

Oct 22, 2008

Amar, el mejor afrodisíaco

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Hacer el amor es más que hacer el sexo. Cuando las parejas hablan de pérdida de la pasión o del deseo sexual, procuran la solución practicando nuevas posiciones, viendo videos sexuales, usando "lingeries" o pastillas milagrosas. La cuestión, no es tan fácil.

"El sexo en la pareja no es pura mecánica o algo que se prende con un botón, es un lenguaje de encuentro del amor entre dos personas, es en sí mismo, una expresión de cariño y una comunicación interpersonal."

El amor es el más eficiente afrodisíaco. Cuando nos enamoramos nuestro organismo genera hormonas. Al amar nuestro cerebro ordena la producción de la droga del amor, la feniletilamina (FEA). Esta provoca en nosotros un
estado de felicidad, de deseo sexual hacia la pareja y de querer estar siempre al lado de ella. Entonces, no hacen falta aparatitos, juguetes, vibradores, ropa íntima especial, cambio de posiciones ni películas excitantes. Solo basta que estén juntos. Una sola caricia de manos incitará el aparato sexual de ambos y el orgasmo será cuestión de minutos.

Cuando baja la pasión, las parejas añoran esa excitación y piensan en cómo encontrarla. Algunas personas tratan de enamorarse nuevamente y comienzan a transitar el camino de la infidelidad. Al poco tiempo se dan cuenta que tampoco funciona, porque siguen queriendo y amando a su propia pareja. Hacer el sexo dentro del amor conlleva un lenguaje de armonía y de comunicación que lo convierte en grandioso.

La clave está en cómo, después de varios años de relación, conseguir que se vuelvan a originar los niveles de la feniletilamina (FEA) que disfrutamos inicialmente. Una clave es que la pareja descubra que el amor está presente siempre en la intimidad, pero un sinnúmero de situaciones contribuyen a que se oculte. Los problemas del hogar, de la calle, la crianza de los hijos, el trabajo, la escasez de recursos y la hostilidad del medio ambiente impiden que el amor tenga su tiempo como en el noviazgo. Al principio eran los dos, ahora todo lo demás. La alternativa es darse un tiempo.

Nosotros recomendamos que la pareja debe proponerse estar juntos en la intimidad, mínimo una hora al día, aunque no tengan sexo diario. La segunda clave es usar la confianza que se logra con los años para explorarse mutuamente y sondear nuevas dimensiones. La tercera clave es la confidencia entre la pareja. Con ella podemos manifestarle a la media naranja nuestros gustos más secretos. y practicarlos juntos.

"Cuando nos enamoramos nuestro organismo genera hormonas que provocan felicidad, deseo sexual y nos disponen para hacer el amor"

¿Qué dice la Biblia acerca del matrimonio?

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Respuesta: La divina institución del matrimonio está registrada en Génesis. “Dijo entonces Adán. Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varóna, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:23-24). Dios creó al hombre y después hizo a la mujer del “hueso de sus huesos”. El proceso tal como se describe, nos dice que Dios tomó una de las “costillas” de Adán (Génesis 2:21-22).

La palabra hebrea significa literalmente “el costado de una persona”.

Por lo tanto, Eva fue tomada del “lado” de Adán, y es a su lado donde ella pertenece. “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él.” (Génesis 2:20). Las palabras “ayuda e idónea” son la misma palabra en hebreo. La palabra es “ezer” y viene de la raíz primitiva de la palabra que significa rodear, proteger, ayudar, auxiliar, socorrer. Por lo tanto, significa ayudar, asistir o auxiliar. Eva fue creada para estar al lado de Adán como su “otra mitad”, para ser su auxilio y ayuda. Un hombre y una mujer cuando se casan, se convierten en “una sola carne”. El Nuevo Testamento añade una advertencia a esta “unidad”. “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6).

Hay muchas epístolas escritas por el apóstol Pablo, que hablan de los aspectos que determinan el punto de vista bíblico sobre el matrimonio y cómo los creyentes nacidos de nuevo deben conducirse dentro de sus relaciones matrimoniales. Encontramos uno de estos pasajes en 1 Corintios capítulo 7 y otro en Efesios 5:22-33. El estudiar juntos estos dos pasajes, provee al creyente de principios bíblicos que pueden ser usados para formar un marco de referencia para una relación matrimonial que sea agradable a Dios.

El pasaje que se encuentra en Efesios es especialmente profundo en su área referente a un exitoso matrimonio bíblico. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador.” (Efesios 5:22-23) “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.” (Efesios 5:25). “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Efesios 5:28-29). “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.” (Efesios 5:31)

Cuando estos principios son elegidos por el esposo y la esposa en armonía con su relación como creyentes nacidos de nuevo, esto trae como consecuencia un matrimonio bíblico. Esta no es una relación desequilibrada, sino una que está balanceada con el concepto de Cristo como la cabeza del hombre y la mujer juntamente. Por lo tanto, el concepto bíblico del matrimonio es la unidad entre dos individuos que es una ilustración de la relación de unidad que existe entre Cristo con Su iglesia.