-14 Estad, pues, firmes, CEÑIDA VUESTRA CINTURA CON LA VERDAD, REVESTIDOS CON LA CORAZA DE LA JUSTICIA, 15y calzados LOS PIES CON EL APRESTO DEL EVANGELIO DE LA PAZ; 16 en todo, tomando el escudo de la fe con el que podréis apagar todos los dardos encendidos del maligno. 17 Tomad también el YELMO DE LA SALVACION, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. 18Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu, y así, velad con toda perseverancia y súplica por todos los santos.-
El Nuevo Testamento cuando se refiere a la guerra espiritual no hace énfasis en la parte ofensiva de la guerra, sino en la parte defensiva. Ahora bien, el hecho de que nuestro rol principal es defender nuestra posición, no implica esto que nuestro rol es simplemente pasivo. Nuestro rol es sumamente activo; pero no es la búsqueda de Satanás para pelear con él; ni la identificación continua de demonios como es la práctica de hoy en día; sino que nuestro llamado es a permanecer firmes en el poder del Señor. El día que Dios nos llamó, nos entregó una posición y ese día El nos vistió con su armadura y nos pidió que defendiéramos la posición que El nos entregó, usando la armadura que El nos otorgó.
No tenemos que vencer a Satanás, porque el ya fue desarmado en la cruz. Colosenses 2:15. Este es el texto completo: “Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él”. No tenemos que ganar la guerra; la guerra está ganada. Lo único que debemos hacer es defender nuestra posición de los ataques de un enemigo que rehúsa aceptar su derrota. Nuestro llamado es a estar firmes: en Su palabra, en voluntad, en la fe depositada en Él y en Su cuidado soberano.
No tenemos que vivir cuidándonos del enemigo constantemente, porque Dios es nuestro escudo.
2 Tesalonicenses 3:3 “Pero fiel es el Señor quien os fortalecerá y protegerá del maligno”.
Pablo pone el énfasis no en la fortaleza del maligno, sino en la fidelidad del Señor; en la grandeza de su carácter. Dios promete no solo fortalecernos, sino protegernos del enemigo. En el libro de Josué 23:10 nos dice: “un solo hombre de vosotros hace huir a mil, porque el Señor vuestro Dios es quien pelea por vosotros.”
La protección de Dios es tal que veamos lo que Juan dice en su primera carta: “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios, no peca; sino que aquel que nació de Dios lo guarda y el maligno no lo toca”. 1 Juan 5:18. La palabra de Dios afirma que Dios guarda a todo aquel que es nacido de nuevo hasta el punto que Satanás no lo toca, si Dios no se lo permite.
La naturaleza de la armadura de Dios
Mientras analizamos en qué consiste la armadura, debemos remontarnos al primer siglo y pensar como lucía un uniforme de soldado de ese entonces para entender qué es lo que esta armadura está supuesta a hacer, e identificar claramente sus piezas.
El texto de Efesios 6 identifica:
a) Un cinturón
b) Y una espada
c) Una coraza que cubría el tórax
d) Un yelmo o casco
e) Calzados
f) Un escudo
La Armadura de Dios (Segunda Parte)
Efesios 6:14-18
En la primera parte de este artículo estuvimos viendo el énfasis hecho por el Nuevo Testamento respecto a la guerra espiritual. La protección de Dios como nuestro escudo (2 Tesalonicenses 3:3) ha de darnos la seguridad de que como hijos suyo que somos, en Sus manos estamos más que seguros.
¿En qué consiste la armadura de Dios?
Para responder a esta pregunta, nos vamos a remontar al primer siglo y veremos cómo lucía un uniforme de soldado para ese entonces.
Un cinturón
El soldado Romano, tenía una túnica larga y cuando iba a la batalla, tenía que levantarse la túnica y colocársela por dentro del cinturón para que no fuera a pisarse la túnica al correr o luchar. Ese cinturón era cardinal porque sostenía todo el uniforme en su posición. La túnica era colocada por dentro de ese cinturón; la espada colgaba del cinturón y la coraza que protegía el tórax también estaba conectada con el cinturón de alguna manera.
De tal forma que si el cinturón no estaba bien puesto, había posibilidad de que al soldado no le fuera tan bien en su batalla. En nuestro caso el texto nos llama a ceñirnos la cintura con la verdad. De manera que la verdad es lo que va a sostener toda mi armadura.
El salmo 51:6 dice: “He aquí, tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría”. Dios no está interesado en que en la interioridad de mi corazón haya integridad. Dios sopesa mis intenciones; mis pensamientos; la razón por la que hice lo que hice o dije lo que dije. Y luego El decide si me halló en verdad.
El salmo 86:11 dice: “Enséñame, oh Señor, tu camino; andaré en tu verdad; unifica mi corazón para que tema tu nombre”. Un corazón dividido no es un corazón íntegro y si no es un corazón íntegro, esa armadura se me va a caer en la primera batalla que sostenga.
Cuando mi corazón tiene alianzas divididas con el reino de las tinieblas y con el reino de la luz, esa persona es considerada por Santiago, el autor del libro que lleva su nombre, una persona de doble ánimo, a quien el mismo Santiago califica de inestable en todos sus caminos. Una persona inestable en su caminar no está lista para guerrear con nadie; fácilmente es empujado al suelo y derribado.
La espada
En el cinturón de la verdad era donde el soldado romano colocaba su espada. Y esa espada es definida como la palabra de Dios. Pero resulta que la palabra de Dios es conocida como Su verdad. De manera que en la guerra espiritual yo necesito no solo conocer Su verdad, sino que tengo que vivir en verdad.
A lo largo de la historia el pueblo de Dios ha sufrido dos males:
1) Falta de conocimiento
“Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento” (énfasis agregado). Oseas 4:6
2) Conocimiento de la ley sin práctica de la ley; ortodoxia sin ortopraxis.
La Armadura de Dios (Tercera Parte)
Efesios 6:14-18
El casco o el yelmo que protege la cabeza
La mente es donde se lleva a cabo la guerra espiritual. De manera que para pelear bien la guerra espiritual necesitamos proteger nuestra mente; nuestros pensamientos; las intenciones y motivaciones del corazón; los diálogos internos. Una de las estrategias vitales de esta guerra espiritual está definida en Filipenses 4:8… “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad”.
El resultado de caminar de esa manera según el próximo versículo es que el Dios de paz estará con vosotros.
La mente es cardinal para la guerra espiritual. Si no pensamos bien, no podemos actuar bien. Nosotros solo conocemos lo que los demás nos permiten conocer cuando hablan. Pero no es tanto nuestro hablar lo que refleja lo que soy, sino mis pensamientos. “Pues como piensa dentro de sí, así es. El te dice: Come y bebe, pero su corazón no está contigo”, Proverbios 23:7. Si tú quieres saber como tú eres repasa tus pensamientos.
Nuestros pensamientos revelan si somos:
• Lujuriosos o recatados
• Enjuiciadores, acusadores o tolerantes
• Self-righteous (auto justos), orgullosos o humildes
• Condenadores o compasivos
• Rencorosos o perdonadores
• Avaros o dadivosos
• Disciplinados o permisivos
• Dado a los placeres o con dominio propio
Lo que pensamos eso es lo que somos. De ahí que en la guerra espiritual es esencial que cuide mi mente. Es increíble ver como nuestro estado de ánimo muchas veces depende de cómo estamos pensando y como un solo pensamiento negativo, nos puede restar tanta atención y concentración.
No podemos olvidar que Pedro nos llama en su primera carta en 5:8 y nos dice: “Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar”.
Satanás como serpiente es un engañador y como león es un destructor. Ni te dejes engañar ni te dejes destruir; pero no permitas que él te use ni para desviar la atención de otro, ni para destruir a otro: su persona; su familia; su carácter o su reputación.
Los calzados
Esta es la expresión: “calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz”.
Los calzados nos sirven para ir a la batalla; pero esos calzados aquí son definidos como el evangelio de la paz, porque es ese evangelio el poder de Dios para salvación. Nuestras palabras no tienen poder, pero su evangelio sí. Nuestras palabras no pueden cambiar a nadie; pero el evangelio sí. Cuando vamos a la batalla con otra cosa que no sea su evangelio, eso es una derrota segura.
El escudo de la fe. ¿Qué tan importante es?
En cuanto a la Fe, debemos siempre recordar que:
• Todo lo que no es de fe es pecado
• Sin fe es imposible agradar a Dios
http://www.integridadysabiduria.org/la-armadura-de-dios-iii
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