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Feb 2, 2009

Obedecer a los padres.....para siempre

En el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, nos dice que debemos honrar a nuestros padres.


Honrar a los padres es obedecer, si se vive bajo su potestad, sus mandatos; mientras no manden lo que es pecado, pues es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos de los Apóstoles 5,29) . También asistirlos en sus necesidades y reverenciarlos con amor. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor (Carta a los colosenses, San Pablo 3,20).

En algunas traducciones del Evangelio hay una frase que puede entenderse mal. Dice Jesucristo : El que no odia a sus padres no es digno de Mí (Lc 14,26). Hay que tener en cuenta que la palabra odiar en hebreo no tiene el mismo sentido que en castellano. En hebreo significa tener en menos. Por lo tanto el sentido de la frase es:
El que antepone sus padres a Mí, no es digno de Mí.

La desobediencia a los padres es más grave cuando se trata de cosas relacionadas con el bien de nuestra alma : deberes religiosos, amistades, diversiones, etc.

La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre.

Tus padres lo son todo para ti. Aunque sean viejos y achacosos, debes conservarles el respeto y el cariño. No seas jamás un hijo desagradecido. Todo lo que tienes, a ellos se lo debes. Dice la Biblia: Cómo podrías pagarles lo que han hecho por ti?(Eclesiástico 7,30). Piensa en los pobres niños abandonados que no conocen a su padre, ni saben lo que es el cariño de una madre.

A los padres no basta quererlos, hay que manifestárselo. No hay en el mundo amor más desinteresado que el de los padres: no es mucho pedir que ellos reciban alguna cálida manifestación de cariño de sus hijos, que tanto agradecen.

Obediencia y libertad

Hoy se habla poco de obedecer a los padres. Incluso algunos hijos se creen que desobedeciendo dan muestras de independencia y personalidad.
Es decir, que consideran la desobediencia como una valor. Esto es una equivocación. Esos mismos jóvenes que no obedecen a sus padres que les aman, luego obedecen a los amigos, a las modas, o a sus caprichos que les tiranizan. Cambian de obediencia : la buena por la mala. Ser libre no es hacer lo que me da la gana. Ése es esclavo de sus caprichos.

Libre es el que voluntariamente cumple con su deber. La persona más libre fue Jesucristo , que era Dios. Sin embargo cumplió con la voluntad de su Padre.

Hoy día es muy fácil que los hijos se contagien del espíritu de rebeldía y libertad desenfrenada del ambiente. El P. César Vaca, O.S.A. escribió en el periódico Ya de Madrid: Criticar los falsos maestros, los malos educadores, los padres incomprensivos y egoístas, está bien; pero rechazar la disciplina familiar en globo, menospreciar sin compasión a cuantos ejercen la ardua tarea de la educación y la enseñanza, presentando como la mejor de las escuelas la anarquía de una libertad incontrolada, es colocarse al borde de la ruina.

Los problemas que destacan en las páginas frontales de los periódicos de todo el mundo, son un reflejo de la falta de disposición de nuestra juventud para someterse a ningún sistema de valores que no sea la jerarquía de valores de su propio criterio. (...) Todos somos testigos de casos de adolescentes que son advertidos y aconsejados una y otra vez por padres experimentados y responsables, pero ellos prefieren "discurrir por su cuenta", para descubrir demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente. Por desgracia, son muchos los jóvenes que no quieren escuchar consejos. Semejante hostilidad de la gente joven hacia la autoridad paterna supone que ellos se oponen irrazonablemente a los beneficios de la experiencia.

Los hijos deben ayudar en la vida de familia. En todas las familias se necesita la colaboración de los hijos. Entre todos se puede conseguir una vida familiar agradable y alegre. En nuestra sociedad el número de personas que alcanza una edad avanzada es cada vez mayor. Los ancianos se encuentran con problemas que hacen más dura su ancianidad: ya no pueden trabajar, algunos están enfermos, otros solos. Todos los miembros de la sociedad deben sentirse responsables de la atención a los ancianos, especialmente los hijos.

Dijo Pío XII en su discurso del 9-V-57: La sociedad es para la familia, no la familia para la sociedad. La familia es una institución natural: es el origen de la vida humana, y el recinto de la educación.

La familia es vínculo de transmisión normativa. Pero es necesario que la normativa moral y religiosa se dé con convicción, con motivación y con el ejemplo.


Debemos colaborar con nuestros padres al bien espiritual de la familia, manifestándoles aquellas cosas que ellos deben saber para corregirlas. A no ser que haya otro modo más eficaz. Pero quien oculta los malos pasos de sus hermanos, por un falso criterio de compañerismo, puede hacerse responsable ante Dios de las faltas que queden sin corregir. El padre tiene obligación de corregir; pero para esto necesita estar informado de lo que pasa. No exagerar las cosas.


Este artículo fue tomado del libro Para Salvarte, del Padre Jorge Loring S.I. -Autor: P. Jorge Loring

EL RATONCITO Y EL GATO


“¡Oh! Qué lindo eres y cómo me encanta tu lindo vestido,” dijo un gato en la entrada del agujero de un ratoncito. “Ven conmigo, gracioso. Ven.”


“No vayas, mi Hijito,” le aconsejó su madre. “Tú no sabes las mañas de este bribón.”


“Ven, querido, ven”, insistió el gato. “¡Mira este quesito y estas nueces! Los estoy guardando sólo para ti.”


“¿Voy, Mamita?”

“No, no. Sé prudente y obediente. Hazme caso, Querido.”
“Mira tú. Te traigo este pastelito y prometo buscarte muchos otros bocaditos sabrosísimos,” siguió el tramposo.


“Dame permiso, Mamita. Por favor, dame permiso,” suplicó el ratoncito. “Te repito, tontito, no vayas.”


“Pero Mamita nada me pasará. Solamente quiero probar el pastelito, aunque sea un pedacito.”


Y sin que su madre lo pudiera disuadir, el ratoncito salió corriendo de su agujero.


Después de un rato, se oyeron unos gritos.
¡Socórreme, Mamita! ¡Socórreme! Me come el gato.”


¡Ay, amiguitos queridos! Fue demasiado tarde. La madrecita nada pudo hacer por su hijito necio y desobediente. Por desobedecer, el ratoncito desapareció y nunca más fue visto.

“Obedece a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra”

Fábula de Esopo

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