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Jul 14, 2013

La ira según Dios


La Palabra marca una diferencia entre la ira según Dios y “la ira del hombre (que) no obra la justicia de Dios”. La ira según Dios es la indignación que siente la naturaleza divina en presencia del pecado. La ira del hombre es también la indignación que provoca en él una falta cometida, pero sobre todo, cuando, en el grado que sea, se siente dañado por ella. El hecho de ver sólo el pecado está lejos de indignarlo siempre.

Airaos, y no pequéis 
Hay casos en que tenemos que indignarnos ante una situación o comportamiento de nuestro prójimo. Digamos por ejemplo las injusticias judiciales, sociales o el maltrato a los animalitos son algunas situaciones que nos llenan de cólera, ira e indignación. Pero tenemos que aprender a controlarnos. Esto no significa que tú no tengas derecho a enojarte. Pues tan humana es la felicidad como lo es la tristeza. Tan humana es la ira como es la paciencia. Leamos el consejo que nos da Pablo en Efesios 4:26 referente a la enojo: “Airaos, y no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo;” Este versículo nos exhorta a no mantenernos enojados, a que si tenemos derecho a enojarnos y a que no entremos en peleas o insultos.

¿Por qué El Señor Jesús se enojó tanto con los mercaderes del templo?
En Juan 2:13-16 Jesús purifica el Templo
“Estaba cerca la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Encontró en el Templo a
los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas que estaban allí sentados e hizo un azote de cuerdas y echó fuera del Templo a todos, con las ovejas y los bueyes; también desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: —Quitad esto de aquí, y no convirtáis la casa de mi Padre en casa de mercado.”

En su ministerio El Señor Jesús siempre mostró comprensión, sencillez, mansedumbre; pero en Juan 2:13-16 manifestó una gran indignación contra los mercaderes en el templo de Dios; hasta utilizó unas cuerdas para fustigarles. ¿Por qué creen ustedes que se enojó tan grandemente?

Imagínate, si dentro del templo los hombres se corrompían, y robaban. Al lado de este mismo templo se vendía y comparaba, regateando y mintiendo. Entonces,  ¿dónde estaba la santidad? ¿Era posible entrar al templo para orar con este mercadeo y ruido?  ¿Era posible orar en esta casa de oración con todo el corazón y con toda el alma a Dios? ¿Era posible abrir su corazón y orar y adorar en el espíritu a Dios?

Pues claro que no. Pero Jesús después de haber actuado con tanta represión no los persiguió, o les insulto, ni los destruyo teniendo El el poder dado por su Padre para hacerlo. Jesús rompió todo lo material que representaba la inmundicia y la extorción. Nadie salió herido excepto la maldad. Jesús no permitió que el enojo controlara su misión. Su ira tenía una motivación apropiada. En otras palabras; Él estaba enojado por las razones correctas.

La ira de Jesús no surgió de los argumentos estériles o desprecios personales contra Él. No había egoísmo involucrado. Jesús también mostró enojo en otra ocasión estando en la sinagoga de Capernaúm. Cuando los fariseos se rehusaron a responder las preguntas de Jesús, “Y mirándolos en torno con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones...” (Marcos 3:5). 
¿Cuántas veces perdonaré á mi hermano que pecare contra mí?
En resumen el enojo es una emoción natural del ser humano la cual con una disciplina espiritual basada a las enseñanzas de Jesús podemos controlar e impedir el hacerle daño a nuestros semejantes. Recordemos también esta enseñanza que encontramos en Mateo 18:21-22 y nos dice asi: “Entonces Pedro, llegándose á él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré á mi hermano que pecare contra mí? ¿hasta siete? Jesús le dice: No te digo hasta siete, mas aun hasta setenta veces siete.” En Santiago 1:19 nos exhorta asi: “Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira;” Fíjate que tenemos dos oídos y una boca. Pues tenemos que escuchar más de lo que hablamos. También en Santiago 3:6 encontramos esta enseñanza que nos exhorta a frenar la lengua: “Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida.”

Por tanto hermanas y hermanos la próxima vez que sintamos que nos vamos a enojar detengamos nuestros impulsos y razonemos primero si vale la pena en sucumbir a la ira y entrar en pugnas con nuestro prójimo.


Que Dios les colme de paz y sabiduría…Amén.

Nuestro Señor Jesucristo corre a los mercaderes del templo

"Sólo aquel que se indigna sin motivo se vuelve culpable; quien se indigna por un motivo justo no tiene culpa alguna. 

Pues, si faltase la ira, la ciencia de Dios no progresaría, los juicios no tendrían consistencia y los crímenes no serían reprimidos. Más aún: aquel que no se indignare cuando la razón lo exige, comete un pecado grave; pues la paciencia no regulada por la razón, propaga los vicios, favorece las negligencias y lleva al mal, no solamente a los malos, sino, sobre todo, a los buenos" San Juan Crisostomo. (Hom. XI, In Nath.)



 

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